CAPÍTULO 1
Madrid, 18 de noviembre de 2013.
Era una mañana tranquila y soleada, en las puertas del colegio Álvaro de Bazán. Estábamos en la clase de 5ºB corrigiendo los deberes de matemáticas de repente, nos vino una nota de una excursión. La nota decía: “Los alumnos de 5ºB podrán disfrutar de un maravilloso naufragio en un barco”. Acompañando a la nota, venía un billete de AVE Madrid-Atocha a Sevilla.
Rápidamente, todos los alumnos fuimos a nuestras casas a preparar la mochila para el viaje. Al día siguiente, quedamos en la puerta del colegio a las 9:00 h. de la mañana para ir en metro a la estación de Atocha. Cogí el metro hasta Atocha, en la estación había mucha gente y tres compañeros cayeron a las vías. Yo me resbalé cayendo con ellos. El próximo tren llegaría en 50 segundos. Todos corrimos a los refugios que hay en el túnel. Miramos por si el peligro había pasado y salimos andando por el interior del túnel con la esperanza de que un tren nos viera para no tener peligro. Así fue. El conductor del metro muy amable paró y abrió las puertas. A los cinco minutos ya estaba en Atocha. Quedaba todavía una hora para que saliese el AVE. Aproveché para desayunar en una cafetería de la estación. Cuando ya había terminado el desayuno, corrí hasta el andén para coger el tren. El trayecto duraba dos horas que aproveché para dormir y descansar un poco, ya que la noche anterior no había pegado ojo con la excitación del viaje. El tren llegó puntual a Sevilla, como es costumbre.
Como eran las seis en punto aproveché e hice un poco de turismo visitando la Maestranza, desde donde por las callejuelas me dirigí hacia la catedral donde el Giraldillo dominaba la ciudad indicando la dirección del viento. Observé la proximidad de la Torre del Oro y encaminé mis pasos hasta la margen izquierda del Guadalquivir.
Como no tenía transportes y Sevilla no tiene puerto tomé la decisión de ir hasta Algeciras andando. El termómetro marcaba 45 ºC y era imposible caminar y sufrí una insolación. Todo mi dinero me lo gasté en médicos y medicinas.
La primera noche la pasé muy mal, dormí en un banco bajo un árbol a la orilla del río Guadalquivir. Al día siguiente, cuando desperté emprendí el viaje hasta Algeciras. Como eran 180 km decidí hacer el viaje en cinco partes. Andaba y corría por la noche y descansaba por el día. Con algunas herramientas que me encontré por el camino y con algunas cosas que llevaba en la mochila me fabriqué una balsa para cruzar el río Guadalquivir. Encontré un carrito de un supermercado tirado en la orilla del río, que usé para transportar la balsa hasta el agua. Cuando pesé el río tenía que andar cuatro días más hasta Algeciras.
Al cruzar una carretera se aproximó un camión a toda velocidad que casi me atropella. Tuve que saltar a un lado para evitarlo. El camionero paró en seco, bajó del camión a ver como me encontraba. Por suerte estaba bien sin ninguna herida. Me preguntó que hacía ahí en medio de la nada, le conté mi historia y que perdí a mis compañeros en la estación de metro de Madrid. Por suerte el camionero también iba a Algeciras y se ofreció a llevarme. Tardamos unas dos horas y me llevó hasta el puerto. Busqué mi barco. Lo encontré a punto de zarpar. Una vez que embarqué fui en busca del capitán.
CAPÍTULO 2
Algeciras, 22 de noviembre de 2013
Al subir las escalerillas del barco me encontré a un marinero y le pregunté dónde estaba el Capitán, me dijo señalándome con su enorme dedo y una voz súper grave y fuerte que estaba en el puesto de mando, ¿dónde si no se iba a encontrar el capitán?, dijo riéndose, di más vueltas al barco que una gallinita ciega, por todas partes había gente de un lado para otro, unos con maletas otros con bolsas, por fin, vi al Capitán éste estaba muy nervioso y no me había visto todavía, hasta que llamé su atención y me dijo gritando que qué hacia allí y que le enseñara mi billete, yo inmediatamente me quité la mochila de los hombros y busqué como un rayo en el bolsillo pequeño, miré y remiré y no lo encontré me puse muy nervioso. No podía creer que lo había perdido. Me dio la espalda y se puso a hablar con unos marineros que estaban con él y observé que se le estaban pasando los nervios, me miró y me propuso un trato para seguir en el barco. - El trato es éste - me dijo. - Hemos visto que eres muy flexible y delgado para meterte en el hueco que hay entre dos turbinas, se han enganchado unas redes de pesca.
Accedí al trato pues no encontraba mi billete y era la única manera de poder viajar y de reunirme con mis compañeros.
El capitán extendió los planos del barco sobre una mesa de madera que estaba adornada con brújulas, catalejos y prismáticos de última generación. Una vez estudiados los planos y teniendo en mi cabeza la idea de donde estaban situadas las turbinas, nos dirigimos muy deprisa a la sala de máquinas del barco.
Antes había rebuscado en mi mochila y cogido las cosas que supuse me podían ser útiles, me aseguré de que tuviera la cuerda, una linterna y un cuchillo, tenía mucho miedo y pensé que podría rezar antes de emprender la aventura, así pues con la Biblia en las manos recé un “Padre nuestro”.
Estaba muy nervioso, atravesamos un túnel larguísimo y bastante oscuro, llegamos al final donde había una escotilla por la que bajar con unas escalerillas metálicas, me despedí del capitán y de los marineros que venía también y muy decidido me tiré al agua. El agua estaba helada, me quedé sin respiración por el impacto, menos mal que era el mar Mediterráneo, buceé varios metros y al fondo vi con alegría mi objetivo, por un momento pensé que me iba a quedar sin oxígeno. En una mano tenía la cuerda para agarrarme pues una de las turbinas estaba en funcionamiento y el cuchillo en la otra para poder cortar las redes de los pescadores. Después de varios intentos y justo cuando ya me iba a dar por vencido……¡¡¡¡¡RAS!!! se cortaron. Inmediatamente salí pitando y muy contento, el capitán y la tripulación me estaban esperando ansiosos por saber cómo me había ido. Salí del agua respirando y tomando aire y les hice el gesto con mi dedo pulgar que todo estaba bien. El capitán me felicitó junto con los demás marineros y pasajeros del barco. Me comentó que tenía una sorpresa para mí pero antes tenía que cambiarme de ropa pues estaba empapado y tiritando.
Me cambié y bajé inmediatamente al salón principal, allí de nuevo me recibieron con aplausos y felicitaciones, el capitán se acercó a mí y me presentó al pasajero de honor que viajaba en el barco. Nada más ni nada menos que Nelson Mandela, me quedé asombrado y con la boca abierta pues nunca pensé que llegaría a conocer a una persona tan solidaria y que gracias a mí, iba a poder realizar el viaje sin problemas.
Me contó que iba a Ceuta a visitar un colegio de niños huérfanos que se habían quedado sin padres por la guerra y que les prestaría su ayuda, él muy amable me invitó a ir con él y se ofreció a seguir conmigo en mi viaje después.
CAPÍTULO 3
Ceuta, 29 de noviembre de 2013
Entre una de esas historias me contó que había estado en Filipinas ayudando a los niños que quedaron afectados por el tifón, llevándoles comida y prestándoles primeros auxilios. También me contó que había conocido muchos niños que quedaron huérfanos porque sus padres murieron en el tifón y además su colegio fue destruido.
Luego, después de contarme sus historias, nos fuimos a dormir porque estábamos muy agotados por el viaje. A la mañana siguiente, volvimos a la escuela para decirles a los niños que íbamos a comer y a pasar un rato agradable con ellos. Los niños se sintieron muy felices con nuestra compañía y luego después de comer nos invitaron a jugar con ellos.
Al día siguiente preparamos nuestras maletas para ir a nuestro próximo destino, nos montamos en el barco para empezar nuestra nueva aventura. Cuando llevábamos una hora, nos pasó algo terrible, estábamos en medio de la tormenta más escalofriante que jamás había visto en mi vida, las olas eran tan grandes que me imaginaba que nuestro barco se hundiría porque se movía violentamente, cuando íbamos a llegar nuestro barco rozó con una piedra y se hizo un gran hueco por el que empezó a entrar mucho agua. Luego porque tenía mucho miedo vi a través de mi catalejo que estábamos cerca de una isla y grité ¡¡¡TIERRA A LA VISTA!!! . El barco se estaba hundiendo y decidimos tirarnos y llegar a la isla nadando. Nuestras cosas se hundieron con el barco y nos quedamos sin nada y la comida también se hundió. Tuvimos que nadar varios metros para llegar a la isla.
Una vez allí nos reunimos para decidir qué íbamos a hacer: unos buscaban comida, otros buscaban refugio y otros decidíamos cómo saldríamos de allí. Afortunadamente había suficiente comida para vivir unos meses y encontramos cosas para construir nuestro refugio.
Después de construir nuestro refugio y encontrar comida……
CAPÍTULO 4
Formentera, 5 de diciembre de 2013
Inspeccionamos la Isla. Con mucho
cuidado y con pistolas por si había peligro. Yo iba asustado pero Nelson me
tranquilizó diciéndome que seguro que encontrábamos a alguien que nos ayudase.
Aquella noche hicimos fuego frotando dos palitos y cenamos
arroz. Después de cenar me fui a dormir, bueno a intentarlo, no pegué ojo,
estaba muy asustado. No sabía dónde estaba y si volvería a ver a mi familia y
amigos, tenía miedo porque había muchos ruidos de animales que no conocía.
Nelson, en cambio estaba durmiendo a pierna suelta.
A la mañana siguiente fuimos a
ver si encontrábamos a alguien pero no lo conseguimos, parecía que estábamos
solos en la isla. Después de tres días vimos un barco, le seguimos y nos llevó
a un pueblo con mucha gente. ¡Por fin civilización! encontramos un hombre y nos
dijo que estábamos en Formentera, nos llevó a su casa, nos duchamos y comimos
una excelente comida. Fuimos al puerto para coger un barco y salir de la
isla. El barco que salía nos llevaba a Sicilia, una región de Italia.
El barco era de lujo, tenía una
comida fantástica, discoteca, piscina,… ¡Cómo molaba! Me fui a comer de todo, y
a probar lo que tenían. Disfruté y me lo pasé genial. Me puse a jugar en la
bolera, rocódromo, piscina… La noche fue fantástica, dormí en el camarote. Era de
lujo, tenía una cama super grande. El baño era sólo para mí, tenía duchas,
cepillos, jacuzzi,… Después de los días pasados sin poder dormido, pensando que
estaba en una isla desierta, esto era maravilloso.
CAPÍTULO 5
En algún lugar del mar Mediterráneo, 11 de diciembre de 2013
El primer día pasa tranquilamente en este
súper barco en el que tengo todo tipo de comodidades.
Durante los días siguientes nos alcanza una gran tormenta. Todo el barco
se mueve de arriba abajo. Mi estómago lo pasa muy mal, tengo que devolver en
varias ocasiones. Sin embargo Nelson parece que le gustan las emociones
fuertes, él estaba encantado, me repetía constantemente “como en el parque de
atracciones”.
Después de varios días de travesía por fin
el sol salió dejando atrás la tormenta que nos había estado azotando durante
varios días. Por fin llegábamos a puerto, a Palermo, un gran puerto en la isla
de Sicilia, en la bota de Italia. Nelson estaba encantado pues había leído y
estudiado mucho sobre Sicilia. Al parecer allí vivía un primo suyo. Faltando
pocas horas para desembarcar caímos en la cuenta que el barco finalizaba su
trayecto aquí. El barco iba a estar parado durante varios días para una
limpieza y puesta a punto, por lo que no podíamos seguir nuestro viaje hacia
Chipre. ¿Qué podíamos hacer? No sabíamos qué hacer, Nelson y yo nos encerramos
en el camarote pensando en posibles soluciones, pero no encontrábamos ninguna.
Preparando nuestra mochila en uno de los bolsillos, de repente, encontramos un
billete de barco para ir desde Siracusa hasta Chipre. ¡Estábamos salvados ¡
podíamos ir hasta Chipre, ¡genial¡ Pero al volver a leer el billete vimos que
el barco salía de Siracusa, y nosotros llegábamos a Palermo, que aunque eran
dos ciudades de Sicilia estaban en partes opuestas de la isla y, solo teníamos
unas pocas horas para poder llegar hasta Siracusa. Nelson dijo que no teníamos
que preocuparnos que llamaría a su primo y que él nos ayudaría.
Desembarcamos en Palermo sin ningún otro
contratiempo y de inmediato fuimos a intentar localizar al primo de Nelson,
pero empezaron nuestros problemas. Su primo se había tenido que ir a Roma por
asuntos de trabajo y no era posible que nos ayudara. Sin saber qué hacer y con
poco dinero en nuestra mochila fuimos a pedir ayuda a la iglesia del puerto de
Palermo, el párroco de la iglesia, Don Justo, nos dio una dirección en donde
nos podían prestar una motocicleta para llegar hasta Siracusa, y además les
hacíamos un favor si les llevábamos unos documentos importantes a la
catedral de Siracusa. Parecía una misión
secreta para dos superagentes como nosotros. Le dijimos al párroco que podía
confiar en nosotros y que cumpliríamos la misión secreta. El párroco se nos
quedó mirando con la boca un poco abierta, no sé porqué.
Cogimos una pequeña motocicleta para hacer
algo menos de 300
kilómetros , y nos lanzamos por las carreteras de Sicilia
hacia nuestra gran aventura. Pero justo antes de coger la carretera, en una
gasolinera, unos chicos con muy mala pinta intentaron robarnos la moto y
nuestra mochila. Tras una fuerte pelea entre Nelson, yo y los chicos, tuvimos
que mostrar nuestras pistolas y decirles
que éramos amigos de Don Justo. Don Justo parecía ser una persona muy
famosa en toda Sicilia y muy respetada. Al oír el nombre de Don Justo, los
chicos les cambió la cara pidiéndonos perdón y diciéndonos que no se lo
contáramos a Don Justo, incluso nos dieron unos euros para nuestro viaje, saliendo a continuación corriendo perdiéndolos
de vista entre las calles de Palermo.
El viaje en motocicleta fue muy bonito,
circulando entre parajes de gran belleza. Pudimos vislumbrar el monte Etna,
famoso por ser uno de los volcanes que todavía se encuentra activo.
Cuando estábamos llegando a Siracusa nos
quedaba escasamente una hora para la partida de nuestro barco hacia Chipre,
pero antes teníamos que entregar nuestro documento superimportante ante el
párroco de la catedral, aunque teníamos la suerte que se encontraba cerca del
puerto. Atravesamos las estrechas calles de Siracusa, encontrándonos un gran
atasco en sus calles, además parece que todo el mundo conduce mal en Siracusa,
casi tenemos un accidente con varios coches, aunque al final llegamos a la
puerta de la catedral. Pasaba el tiempo y no encontrábamos al párroco, pues se
encontraba hablando con el Papa por teléfono y no podía atendernos. No sabíamos
qué hacer, !nos quedaban escasamente quince minutos para la partida de nuestro
barco!
Después de otros pocos minutos salió del
despacho Don Pietro, el cual nos atendió con una gran sonrisa. Le entregamos la
carpeta que nos había dado Don Justo. Al enterarse que veníamos de parte de Don
Justo quiso invitarnos a unos refrescos, pero le dijimos que no podíamos
quedarnos pues nuestro barco zarpaba en escasos minutos del puerto, así que le
dejamos con la boca también medio abierta y salimos corriendo hacia el puerto.
Nos quedaban escasos metros para llegar al
puerto y ya podíamos ver nuestro barco, el cual echaba humo por las chimeneas y
estaba a punto de zarpar, nos quedaba un último esfuerzo. Nelson y yo corríamos
como avestruces, como locos, hacia la escalerilla del barco. Empezamos a gritar
a los marineros que sujetaban las escalerillas para que nos esperasen, aunque
éstos parecían que no se enteraban. Menos mal que al final al quedarse mirando
hacia nosotros pensaron que nos pasaba algo y dejaron la escalerilla para
ayudarnos. Cuando estábamos junto a ellos, no podíamos ni hablar, simplemente les enseñamos nuestro
billete para poder viajar a Chipre. Los dos marineros se miraron y nos
sonrieron diciéndonos, “bienvenidos al barco señores”. Subimos al barco con dirección
a Chipre. ¿Qué nuevas aventuras nos preparará este alocado viaje?
CAPÍTULO 6
Madrid 13 de Enero de 2014
Después nos
acomodamos en el camarote que nos habían asignado, nos aseamos, cenamos algo y
nos retiramos a dormir. Tanto Nelson como yo estábamos totalmente agotados. Esa
noche fue maravillosa, la mar estaba tranquila, la luna llena nos mostraba las
siluetas de las costas del sur de Italia, ya que nos contaron que el barco iba
próximo a la costa para que la navegación fuera mucho más sosegada y placentera
para los viajeros, esto sumado al cansancio adquirido en el último tramo del
viaje para llegar al barco a tiempo, hizo que fuese una de esas noches en las
que hace que te levantes totalmente descansado y relajado tanto física como mentalmente.
Al levantarnos esa mañana
nos encontramos navegando por el mar Jónico.
Tardamos un par de días en llegar al puerto de la Bahía de Souda, en la
isla de Creta, donde el barco hacía una escala de varias horas para
posteriormente dirigirse a la Isla de Chipre que era nuestro destino. En esta
Isla, Nelson se acordó de una persona que vivía en ella y hacía mucho tiempo que
no la veía, me preguntó si quería acompañarle, y por supuesto mi respuesta fue
afirmativa y él me respondió con una sonrisa.
Nelson Mandela es una persona muy positiva, decidida e inteligente, me
alegra mucho haberle conocido porque estoy aprendiendo a resolver muchos
problemas que están sucediendo en este viaje.
Después
de salir de la casa cuando estábamos llegando al puerto vimos a algunos
pasajeros del barco que venían en dirección opuesta al barco, y preguntamos el
motivo de lo sucedido, entonces ellos nos contaron que el barco estaba averiado
y no podía navegar hasta que recibieran una pieza del motor y esto tardaría
como una semana. Pero nosotros no podíamos esperar una semana, ya que Nelson
tenía una reunión muy importante en la isla de Chipre.
Nos despertaron y
aún era de noche, casi sonámbulos llegamos
al barco de pesca que a comparación del averiado era muy pequeño, los
pescadores prepararon todo para poder partir y después de dos días con mucho
movimiento por las olas y un olor a pescado que teníamos en todo nuestro cuerpo,
llegamos a la isla de Chipre, donde nos despedimos de ellos dándoles todo
nuestro agradecimiento y sin mostrar nuestra satisfacción por dejar el
movimiento del barco y el olor a pescado.
CAPÍTULO 7
Chipre, 18 de enero de 2014
La reunión fue muy aburrida y duró aproximadamente
tres horas pero, al menos pudimos descansar y coger fuerzas para el largo viaje
que nos esperaba.
Al atardecer cogimos un barco que nos dejaría en el puerto de Haifa, en
Israel y allí contratamos un quad para poder pasar a Jordania.
Una vez allí, nos alojamos en un hotel cerca del Mar Muerto donde nos
dimos un buen baño. La concentración de sal es diez veces superior a la de los
océanos, de ahí que resulte imposible hundirse. Fue muy divertido, parecíamos
corchos que flotan.
Cerca de la orilla, encontramos un perrito y esta vez, sin dueño. Tenía
una mancha en un ojo y otras cuantas en las orejas, por eso lo llamamos
Manchitas y decidimos que nos lo quedaríamos.
Una vez allí, nos alojamos en un hotel cerca del Mar Muerto donde nos
dimos un buen baño. La concentración de sal es diez veces superior a la de los
océanos, de ahí que resulte imposible hundirse. Fue muy divertido, parecíamos
corchos que flotan.
Cerca de la orilla, encontramos un perrito y esta vez, sin dueño. Tenía
una mancha en un ojo y otras cuantas en las orejas, por eso lo llamamos
Manchitas y decidimos que nos lo quedaríamos.
Al día siguiente, muy temprano emprendimos un
viaje en camello para cruzar Arabia Saudi. Nelson tenía un amigo, dueño de una
agencia de viajes que organizaba rutas en camello y una vez más, nos iba a
venir de lujo.
Lo de ir en camello, estuvo muy divertido pero al
llegar a Yemen estuve horas sin poder sentarme del dolor de c…u….La próxima vez, iré en coche.
Tuvimos suerte al contar con un guía experimentado
porque nos topamos con una tormenta de arena y cuando pasó, si no llega a ser
por Ameh, nos habríamos perdido.
Ameh nos enseñó que en estoCasi todo el barco
estaba oxidado, olía fatal, había ratas y todo estaba sucio y viejo...
Después vimos que las dunas habían cambiado de sitio y Ameh nos explicó
que uno de los grandes peligros del
desierto es que con el movimiento de las dunas, los caminos cambian y es muy
fácil perderse.
Manchitas, fue muy valiente durante todo el viaje. Iba siempre a la
cabeza del grupo, junto a nuestro guía, pero, al divisar la tormenta, también
fue el primero en correr a refugiarse
entre las patas de nuestros camellos.
La única distracción, era encontrarnos con alguna caravana o grupos de
tuareg que son los habitantes del desierto.
Y así transcurrieron los días hasta nuestra llegada a Yemen.
Nos alojamos en un hostal en el que dormimos toda la noche. Por fin, un
sitio blandito y una ducha de agua caliente.
Después de un buen desayuno para recuperar fuerzas, fuimos al puerto a buscar un barco que nos
llevaría hasta Maldivas.
No teníamos mucho dinero pero, olvidaba contaros que en el desierto,
tuvimos la oportunidad de participar en una carrera de camellos y ¿a que no
sabéis qué jinete fue el ganador?
Nelson nos dio una lección de fortaleza y buena predisposición. Reunimos suficiente dinero para poder continuar con nuestra aventura. En el puerto compramos billetes para ir en un lujoso catamarán hasta
Maldivas.
El viaje duraría tres largos días, así que, tendríamos tiempo suficiente
para olvidar el doloroso viaje en camello.
Las noches eran preciosas y de día pescábamos o jugábamos a la pelota
con los delfines que nos acompañaron durante todo el trayecto.
En el catamarán nos acompañaban unos turistas franceses con los que entablamos
amistad y hasta aprendimos algunas palabras en francés como: Bonjour, merci y à
bientôt. Ellos también aprendieron algo
de español y prometieron visitarnos algún día cuando volviéramos a España.
Al llegar a Maldivas, nos despedimos de nuestros nuevos amigos para
continuar con nuestro viaje a Sri Lanka.
Las Islas Maldivas están situadas en el Océano Índico, al sur de la
India. Es un conjunto de 1.190 islas coralinas distribuidas en 26 grandes
atolones. Los atolones son estructuras de coral separadas por lagunas.
Este lugar es como un paraíso y como no teníamos prisa, decidimos
quedarnos un par de días para disfrutar de sus cristalinas aguas y playas de
arena blanca.
Manchitas corría como un loco por la playa y
chapoteaba en la orilla. Seguramente, prefería esta agua a la del Mar Muerto,
pero aquí sí que se hundía por eso, le enseñé a nadar. Nos lo pasamos muy bien y cuando llegó la hora de
partir, nadie quería irse.
Teníamos un billete para ir de Maldivas a Sri Lanka en helicóptero. A
mí, me daba un poco de miedo pero, pensé que sería una experiencia interesante
e inolvidable así que, cerré los ojos y me dejé llevar.
Desde el cielo, los atolones de las Maldivas parecían hormiguitas
blancas que salpicaban el océano.
Cuando llegamos por fin, a Sri Lanka, nos quedamos impresionados por la
belleza de sus playas. Todo era luz y color y la gente era muy alegre y
amable……
CAPÍTULO 8
Sri Lanka, 23 de enero de 2014
Cuando llegamos a Sri Lanka las aguas eran muy claras y había mucha gente.
Nos fuimos a nuestro apartamento, que tenía tres habitaciones y un jacuzzi. Antes de irnos a dormir Nelson Mandela y yo decidimos meternos en el jacuzzi. Nos metimos los dos, y al cabo de cinco minutos Manchitas se metió con nosotros, y empezaron a salir burbujas……
Nelson y yo salimos corriendo y nos dijimos, ¡Manchitas se ha tirado un pedo!
Cuando se hizo de día, fuimos a coger a Manchitas para irnos al trasatlántico.
Cuando entramos en el trasatlántico le enseñamos el billete y el marinero nos dejó entrar y preguntamos: -¿Dónde está el capitán? Nos dijeron que el capitán estaba durmiendo. Fuimos a su camarote y le despertamos. El capitán nos dijo que en 5 minutos zarpábamos hacia Micronesia y a Nelson le gustaba ese destino. Algunos de sus parientes se acababan de trasladar allí para poder estar con el resto de su familia.
El capitán nos dijo que íbamos a tardar aproximadamente unas 8 horas. Cuando pasaron 6 horas encontramos una isla en la que íbamos a parar para recoger comida.
Cuando nos acercamos, empezó una tormenta que arrastró el trasatlántico contra los arrecifes y las rocas. Íbamos a tanta velocidad que se hizo un agujero.
Murió casi toda la embarcación. Solo quedamos vivos: Nelson, Manchitas, seis marineros, el capitán y yo.
Esa noche la pasamos muy mal porque oscureció muy pronto y oíamos toda clase de ruidos extraños.
Al día siguiente entre los diez, bueno los nueve porque Manchitas estuvo jugando con el agua del mar, hicimos refugios, cazamos con la escopeta de emergencia del trasatlántico, recogimos agua y frutas e hicimos fuego con los cristales de las gafas de uno de los marineros.
Por la noche cuando todos estaban durmiendo, menos Nelson y yo, porque nos tocaba montar guardia, oímos un ruido y nos estremecimos y esa noche no dormimos ninguno de los dos… ¡uff! menos mal porque menuda guardia hubiéramos hecho si nos hubiéramos quedado dormidos….
Al día siguiente vimos un barco pesquero pero no nos hizo caso.
Después de comer fuimos a explorar los diez. Después de explorar durante media hora cuando volvíamos al campamento nos encontramos con una tribu de caníbales. Nos asustamos y salimos corriendo. Yo cogí la pistola que guardaba para emergencias y empecé a disparar para asustarlos. Todos nos dispersamos y Nelson, Manchitas y yo seguimos juntos y encontramos de repente una cueva. Nos metimos dentro y esperamos a ver si los caníbales nos habían perdido la pista y entonces empezó a oscurecer ….
CAPÍTULO
9
Micronesia , 5 de Febrero
de 2014
Al día
siguiente Nelson, Manchitas y yo decidimos ir a inspeccionar la isla, cuando
nos acercábamos a la orilla de esa paradisíaca isla , con la intención de
pescar algo para comer, vimos a lo lejos a un hombre mayor, calvo , con gafas y
muy delgado . Iba vestido con una especie de túnica blanca.
Nos acercamos a él y hablaba
nuestro mismo idioma… el también estaba intentando pescar algo con una caña que
se había hecho el mismo. Nos dijo que se llamaba GANDHI
Nos
contó que llevaba en la isla casi un año y que había ido a ayudar a la tribu
que viva allí (la que nosotros pensábamos que eran caníbales) , era una tribu
pacífica,
Gandhi
les estaba enseñando a leer y a escribir, también les enseñaba a cultivar la
tierra y muchas cosas más de nuestra civilización.
Nos
dijo que una vez al mes iba un barco a llevarles provisiones y materiales de
construcción, así que si esperábamos un mes podíamos marcharnos en ese mismo
barco. Nosotros nos pusimos muy contentos de saber que íbamos a poder salir de
esta isla perdida Mientras nos podíamos quedarnos en el poblado de la tribu con
Gandhi.
Le
ayudamos a pescar y cogimos un montón de peces. Así que con la cesta llena de
peces nos fuimos con Gandhi al poblado de la tribu.
Cuando
llegamos todos nos recibieron muy contentos y nada más llegar nos dieron ramas
y troncos para que nos construyéramos nuestra propia cabaña, para que tuviéramos donde vivir y dormir hasta que
viniera el barco que nos llevaría de vuelta a la civilización.
A los seis marineros y al capitán no les volvimos a
ver, a pesar de buscarlos por toda la isla, pensamos que se habrían construido
una balsa y salieron corriendo de la isla creyendo que estaba llena de
caníbales.
Los
días pasaron muy rápido, lo estábamos pasando muy bien con Gandhi y con la
tribu, incluso habíamos hecho nuevos amigo. Aprendimos muchas cosas de la tribu
y ellos de nosotros. Los niños nos querían mucho y nos seguían a todas partes ,
les enseñamos a jugar al futbol y nos pasábamos las tardes jugando con ellos,
las mujeres de la tribu nos hicieron ropa porque la nuestra estaba toda rota
por el naufragio, también aprendimos a cazar y a cocinar nuestra propia caza ,
la comida estaba muy rica y comíamos mucha fruta que había por todas las partes
de la isla, era una isla preciosa .
Llego
el día en que venía el barco con las provisiones, nos daba mucha pena irnos y
les prometimos que volveríamos en cuanto pudiéramos. Así que nos subimos al
barco muy tristes y llenos de regalos que nos habían dado nuestros nuevos
amigos.
CAPÍTULO
10
Micronesia , 23 de Febrero
de 2014
Nos
pusimos en marcha construyendo nuestra cabaña y algunos nos ayudaron a hacerla.
Cuando ya estaba terminada, le dije a Gandhi que íbamos a ver la tribu de los
caníbales por la noche, pero Gandhi dijo que era peligroso, y le dije que podíamos
ir camuflados. Gandhi no estaba muy seguro, porque tenía la sensación de que
podría pasar algo malo. Se apuntó mientras que estábamos seguros y bien
camuflados. Yo me alegré un montón.
Por la
noche íbamos por la selva sigilosamente para no hacer ruido, subimos una
montaña, traspasamos un río. Ya estábamos cerca pero manchitas estaba muy nervioso
y no se estaba quieto. Vimos la tribu de los caníbales y manchitas rompió una rama. Los caníbales
acudieron y me vieron, tuvimos que irnos corriendo. Unos metros más adelante
casi nos estaban alcanzando, pero vimos un atajo y nos debíamos por él. Menos
mal que nos perdieron la pista. Pero esto no acabó aquí, pasado un buen rato
nos volvieron a ver . Gandhi se tropezó y yo le tuve que ayudar. Gandhi se
había lesionado y no podía correr , entonces nos atraparon y nos metieron en
una choza resistente para prisioneros.
Estando
allí nos pusimos a pensar como podíamos escapar. Los caníbales mientras tanto
empezaron a preparar un gran caldero para guisarnos.
Nosotros estábamos
muertos de miedo, el miedo nos paralizaba y no nos dejaba pensar. Gandhi me
dijo que me tranquilizara y me relajara. Para conseguir esto comenzamos a
cantar y entre canción y canción nos vino la inspiración.
Ellos
estaban muy entretenidos preparando su comida y nosotros aprovechamos la ocasión
para por una rendija de la choza poder escapar. Nos fuimos muy despacio, arrastrándonos
por el suelo hasta llegar al rió y sumergidos en él lo cruzamos saliendo por la
otra orilla y muy sigilosamente bajamos la montaña hasta que llegamos a nuestro
campamento.
Por fin estábamos
allí, muy cansados, pero nos habíamos librado una buena. Nos dormimos pensando
en la gran aventura que habíamos vivido. Ya nos quedaba poco para irnos.
Micronesia, 10 de marzo de 2014.
Ya había pasado un mes desde que el último barco de carga vino a la isla. A las 12:00 horas el barco ya había embarcado. Gandhi, muy amable, le pidió permiso al capitán para que pudiésemos navegar en su barco. El capitán era un hombre bastante joven (de unos 20 años), e iba bien vestido. Nos sonrió y muy simpáticamente nos dijo que estaría encantado de que le acompañásemos, además parecía que a Manchitas le caía bastante bien.
Todos los niños de la aldea nos empezaron a dar besos y abrazos y nosotros también a ellos; habíamos pasado un mes muy entretenido con ellos. También Gandhi se despidió de nosotros, Manchitas le lamió la cara y todos nos empezamos a reír.
Llegó la hora de partir y nos subimos al barco. Nelson y yo nos quedamos bastante sorprendidos al ver como era el barco, claro que era un barco de carga pero...
Islas Hawai,12 de marzo de 2014
Nuestra estancia en el barco no fue muy cómoda ya que no estaba en un buen estado; pero, nos animamos un montón cuando el capitán nos dijo el destino del barco: ¡las Islas Hawai! Yo que nunca había estado allí me puse súper contento de poder ir a conocerlas. Nelson me contó que tenía un viejo amigo que era el propietario de un hotel muy lujoso que se encontraba en Hawai y que estaba seguro de que si le llamaba podríamos alojarnos allí unos cuantos días y a lo mejor hasta gratis... Le llamó y así fue nos dejó alojarnos en su hotel de lujo unos días gratis. Cuando desembarcamos me sentía un poco mareado.
Entramos al hotel y me sentí como si estuviese en el paraíso... todo era... ¡ fantástico!!!!
Me fui a dar una vuelta por la selva, porque en Hawai todo es muy natural. Iba caminando tranquilamente cuando de repente me encontré a un hombre de la edad de Nelson que parecía ser bastante sabio. Estuvimos hablando un buen rato; le presenté a Nelson y los tres nos hicimos muy amigos. Por la noche hicimos una hoguera en la playa mientras tomábamos malvaviscos. Entonces David, que así era como se llamaba, nos contó una leyenda que le gustaba mucho, la leyenda decía que un niño se separará de sus amigos accidentalmente en una excursión y que él será el que encuentre "La Llave De La Paz". Nelson y yo le dimos un aplauso porque nos la había explicado muy bien, luego nos despedimos de él y nos fuimos a dormir.
Esa noche no pude dormir, no paraba de pensar en la leyenda, estaba claro que era yo el que tenía que encontrar "La Llave De La Paz", pero, ¿cómo, con quién, cuándo, dónde?.
Al salir de la tienda de antigüedades donde nos llevó el señor de la pluma en el sombrero, nos sorprendió un terremoto. Era el segundo Terremoto de San Francisco. Ya había habido un gran terremoto en la ciudad en 1906, con tres mil muertos y casi medio millón de casas que se cayeron. Como era una zona con muchos terremotos estaban esperando que se produjera otro y se repitió justo entonces. ¡Qué mala suerte! Menos mal que no fue tan terrible como el otro.
Con todo el meneo, la caja se nos cayó en un agujero. Estuvimos esperando a que se acabara el terremoto. Nelson y yo decidimos mirar en nuestra mochila por si teníamos algo para poder coger la caja. Por suerte encontramos una cuerda y una linterna. Nelson y yo bajamos a buscar la caja, Manchitas decidió quedarse arriba vigilando. Al encontrar la caja Nelson, Manchitas y yo estábamos muy cansados por el susto y por todas las aventuras que habíamos vivido.
Nelson se acordó de que tenía un amigo en Hollywood, entonces decidimos ir a visitarle. ¿Pero cómo íbamos a llegar a Hollywood? De repente vimos una empresa de autobuses llamada “Run”. Vimos que no eran muy caros y que iban desde San Francisco hasta Los Ángeles. Como Hollywood está por la mitad nos subimos. Por fin llegamos a Hollywood, su amigo vivía en Beverly Hills. Como en el autobús habíamos descansado decidimos ir andando.
Cuando llegamos a Beverly Hills encontramos rápidamente la casa del amigo de Nelson, llamado Jackson. Nelson, Manchitas y yo nos alegramos mucho al verle, y Jackson al vernos a nosotros. Jackson nos invitó a alojarnos en su casa y por supuesto lo aceptamos. Nelson, Manchitas y yo nos fuimos a la cama porque seguro que los próximos días íbamos a tener muchas más aventuras.
Estábamos en el hotel del centro de Polinesia. Manchitas seguía jugando con Kira que de raza es un pastor alemán. Hoy hacía un día muy soleado, se despertó Nelson Mandela para prepararse para ir a Polonia. Yo miré la mochila y resulta que no nos quedaba dinero.
Nelson Mandela dijo que había que ganar dinero de alguna manera. Nos echaron del hotel porque se había cumplido el plazo de los días que pagamos. Ghandi vio una casa a lo lejos abandonada y nos metimos.
Capítulo 11
Ya había pasado un mes desde que el último barco de carga vino a la isla. A las 12:00 horas el barco ya había embarcado. Gandhi, muy amable, le pidió permiso al capitán para que pudiésemos navegar en su barco. El capitán era un hombre bastante joven (de unos 20 años), e iba bien vestido. Nos sonrió y muy simpáticamente nos dijo que estaría encantado de que le acompañásemos, además parecía que a Manchitas le caía bastante bien.
Todos los niños de la aldea nos empezaron a dar besos y abrazos y nosotros también a ellos; habíamos pasado un mes muy entretenido con ellos. También Gandhi se despidió de nosotros, Manchitas le lamió la cara y todos nos empezamos a reír.
Llegó la hora de partir y nos subimos al barco. Nelson y yo nos quedamos bastante sorprendidos al ver como era el barco, claro que era un barco de carga pero...
Casi todo el barco estaba oxidado, olía fatal, había ratas y todo estaba sucio y viejo...
Capítulo 12
Nuestra estancia en el barco no fue muy cómoda ya que no estaba en un buen estado; pero, nos animamos un montón cuando el capitán nos dijo el destino del barco: ¡las Islas Hawai! Yo que nunca había estado allí me puse súper contento de poder ir a conocerlas. Nelson me contó que tenía un viejo amigo que era el propietario de un hotel muy lujoso que se encontraba en Hawai y que estaba seguro de que si le llamaba podríamos alojarnos allí unos cuantos días y a lo mejor hasta gratis... Le llamó y así fue nos dejó alojarnos en su hotel de lujo unos días gratis. Cuando desembarcamos me sentía un poco mareado.
Entramos al hotel y me sentí como si estuviese en el paraíso... todo era... ¡ fantástico!!!!
Me fui a dar una vuelta por la selva, porque en Hawai todo es muy natural. Iba caminando tranquilamente cuando de repente me encontré a un hombre de la edad de Nelson que parecía ser bastante sabio. Estuvimos hablando un buen rato; le presenté a Nelson y los tres nos hicimos muy amigos. Por la noche hicimos una hoguera en la playa mientras tomábamos malvaviscos. Entonces David, que así era como se llamaba, nos contó una leyenda que le gustaba mucho, la leyenda decía que un niño se separará de sus amigos accidentalmente en una excursión y que él será el que encuentre "La Llave De La Paz". Nelson y yo le dimos un aplauso porque nos la había explicado muy bien, luego nos despedimos de él y nos fuimos a dormir.
Esa noche no pude dormir, no paraba de pensar en la leyenda, estaba claro que era yo el que tenía que encontrar "La Llave De La Paz", pero, ¿cómo, con quién, cuándo, dónde?.
Hawaii, 3 de abril de 2014
De vuelta a la ciudad, en la
habitación del hotel, solo pensaba en lo que dijo David sobre la Llave de la
Paz. No sé por qué me puse a recordar cómo las islas Hawaaii estaban formadas
por volcanes que emergieron hace cientos de años del fondo de mar y que, quizá,
el enigma de David estaría en la peligrosa zona sur de la isla donde aún están
activos muchos de ellos. De repente, una noticia en la tele me sacó de mis
pensamientos, hablaban acerca de uno de los volcanes inactivos, el Maunakea, en
cuya cima se encontraba la mayor concentración de telescopios del mundo; algo
en mi interior me hizo dar un salto y salir gritando en busca de Nelson, quien
estaba refrescándose en la piscina. Nelson subió apresuradamente y sin apenas
secarse. Le conté la noticia y la corazonada que había sentido. Encendimos la
tablet para buscar en Internet la situación exacta del volcán, recogimos
nuestras pertenencias y salimos del hotel.
El coche de alquiler no era muy
rápido y cuando llegamos a la zona de los volcanes ya era de noche. Nelson,
Manchitas y yo nos quedamos boquiabiertos al dirigir nuestra mirada al cielo.
Un espectáculo se descubrió ante nuestros ojos: miles y miles de estrellas envolviendo
a una noche sin luna. Nos tumbamos un buen rato en el césped hasta que la brisa
enfrió nuestras camisetas mojadas por la hierba. Al incorporarnos divisamos un
curioso edificio pintado de amarillo y verde, con forma de una pelota. Nos
acercamos en busca de información y, al rodearlo, vimos una puerta en la que
había escrito: “EN EL CIELO ESTÁ LA PAZ” sobre el dibujo de una llave grabada
en la madera de la puerta.
Llamamos y salió una señora a la
que preguntamos por el significado del grabado de la llave. Ella nos invitó a
subir al piso de arriba donde tenía instalado un telescopio, para enseñarnos
una estrella superbrillante, que se llamaba Sirio, en la constelación de Perro
Mayor y otras tres un poco más separadas, en la constelación de Orión, llamadas
los Tres Reyes Magos o las Tres Marías. La señora nos explicó que, para muchos
navegantes, la estrella fue la guía o la llave para descubrir nuevas tierras y
que su padre fue uno de los grandes descubridores del siglo pasado; por eso
tenía la llave grabada en la puerta. Después de un buen rato y un mejor café
nos despedimos y regresamos al hotel.
¿Qué podía significar la llave y
las estrellas para nosotros? Teníamos que buscar nuestro propio camino.
Decidimos unir los cuatro puntos de las cuatro estrellas con una línea recta que
nos indicaba claramente la costa este de los Estados Unidos. Ese era, pues, nuestro destino. Lo malo es que por medio
teníamos 3.700 Km. de Océano Pacífico y muy poco dinero, insuficiente para
comprar billetes de avión.
Nelson, quien incomprensiblemente
para mí, tenía amigos en todo el mundo contactó con un capataz de barco y
gracias a él pudimos entrar como ayudantes de cocina en un barco cargado de
contenedores. El carguero era enorme pero muy lento por lo que nos tocó pelar
muchas patatas. El que mejor se lo pasó en el viaje fue Manchitas, persiguiendo
a las ratas, que eran unas cuantas.
Después de dos interminables semanas
divisamos tierra. ¡Qué contentos nos pusimos! Desembarcamos en San Francisco, según
rezaba un cartel enorme en la entrada del puerto.
Todo parecía genial hasta que
Manchitas salió corriendo. Yo le seguí ya que temía que se perdiera y en ese
momento vi a dos señores discutiendo mientras uno le intentaba quitar algo al
otro. Manchitas empezó a ladrar y a morder el pantalón de uno de ellos que
resultó ser un ladrón. Al verse acorralado por el perro y por mí, el ladrón
salió huyendo. El hombre, un nativo americano de unos sesenta años de edad y
pluma en el sombrero, nos dio las gracias y nos pidió que le acompañáramos ya
que quería obsequiarnos por nuestra ayuda. Nos llevó a una tienda de
antigüedades polvorienta que regentaba en la zona alta de la ciudad y allí nos
entregó una cajita de nácar cerrada pidiéndonos que no la abriéramos hasta volver
a nuestra casa. Aceptamos el regalo y nos despedimos intrigados de aquel hombre
de rojos coloretes.
¿Qué contendría la caja?
CAPÍTULO 13
San Francisco, 20 de abril
Con todo el meneo, la caja se nos cayó en un agujero. Estuvimos esperando a que se acabara el terremoto. Nelson y yo decidimos mirar en nuestra mochila por si teníamos algo para poder coger la caja. Por suerte encontramos una cuerda y una linterna. Nelson y yo bajamos a buscar la caja, Manchitas decidió quedarse arriba vigilando. Al encontrar la caja Nelson, Manchitas y yo estábamos muy cansados por el susto y por todas las aventuras que habíamos vivido.
Nelson se acordó de que tenía un amigo en Hollywood, entonces decidimos ir a visitarle. ¿Pero cómo íbamos a llegar a Hollywood? De repente vimos una empresa de autobuses llamada “Run”. Vimos que no eran muy caros y que iban desde San Francisco hasta Los Ángeles. Como Hollywood está por la mitad nos subimos. Por fin llegamos a Hollywood, su amigo vivía en Beverly Hills. Como en el autobús habíamos descansado decidimos ir andando.
Cuando llegamos a Beverly Hills encontramos rápidamente la casa del amigo de Nelson, llamado Jackson. Nelson, Manchitas y yo nos alegramos mucho al verle, y Jackson al vernos a nosotros. Jackson nos invitó a alojarnos en su casa y por supuesto lo aceptamos. Nelson, Manchitas y yo nos fuimos a la cama porque seguro que los próximos días íbamos a tener muchas más aventuras.
CAPÍTULO 14
Beverly Hills, 25 de abril
A la mañana siguiente nos despertamos tranquilamente, en la casa de Jackson. Desayunamos y nos despedimos. Al salir de la casa, nos pusimos a pensar cómo íbamos a llegar hasta Polinesia desde allí. Entonces Manchitas echó a correr detrás de un gato callejero. No lo encontramos hasta después de un par de horas, eso retrasó nuestro viaje. Volvimos a concentrarnos Nelson y yo, descubrimos un tren que nos conducía a Winchester donde estaríamos en el hotel Just a B.
Estuvimos en el tren cinco horas y conocimos a Edward y a Sara, dos arqueólogos muy famosos. Cuando llegamos a Winchester tuvimos que hacer trasbordo para llegar al hotel, ¡pero valió la pena! Era precioso.
Pasó el tiempo, ya habíamos estado los dos días en el hotel y cogimos los billetes de avión con el dinero de la mochila, para el día siguiente, hacia Polinesia.
Pero el mal tiempo lo impidió, así que tuvimos que buscar un apartamento cerca del aeropuerto para el nuevo aviso de despegue. Esta vez elegimos algo más rustico y no tan moderno, donde Manchitas pudiera jugar.
Alquilamos esta casa, porque estaba cerca del aeropuerto, era espaciosa y tenía un jardín donde Manchitas podía jugar y pasárselo bien.
Mientras Manchitas jugaba, nosotros investigábamos la caja, estábamos muy emocionados porque en el interior de la caja había algo y creíamos que era la Llave de la Paz pero no estábamos del todo seguros.
El viernes nos interrumpieron en plena siesta cuando llamaron del aeropuerto diciendo que el sábado despegaba el avión. Después de la llamada empezamos a recoger tranquilamente y a seguir investigando. El sábado llegamos al aeropuerto y entregamos los billetes de avión.
Cuando nos disponíamos a subir llego un fotógrafo e hizo una foto a Nelson. Estuvimos cuatro horas en el avión.
Al llegar a Polinesia cogimos un hotel en el centro de la capital, y Manchitas se hizo una amiga de la raza de pastor alemán llamada Kira.
CAPÍTULO 15
Polonia, 13 de mayo de 2014
Estábamos en el hotel del centro de Polinesia. Manchitas seguía jugando con Kira que de raza es un pastor alemán. Hoy hacía un día muy soleado, se despertó Nelson Mandela para prepararse para ir a Polonia. Yo miré la mochila y resulta que no nos quedaba dinero.
Nelson Mandela dijo que había que ganar dinero de alguna manera. Nos echaron del hotel porque se había cumplido el plazo de los días que pagamos. Ghandi vio una casa a lo lejos abandonada y nos metimos.
Resulta que ahora
había que ganar dinero, a la Madre Teresa de Calcuta se le ocurrió hacer un
espectáculo con los perros y nos dieron mucho dinero para ir a Polonia. Con ese
dinero, podíamos ir a Brasil porque para
ir a Polonia no nos llegaba. Al día siguiente nos fuimos a Brasil en avión.
A Iván se le
ocurrió una idea para ganar dinero, los chicos jugarían al fútbol playa y las
chicas bailarían samba.
Con estos
eventos ganaríamos suficiente dinero para ir a Polonia. Fuimos al aeropuerto y
sacamos los billetes con rumbo a Polonia.
A la mañana
siguiente fuimos al aeropuerto, nos montamos en el avión, en medio del océano tuvimos una avería, y tuvimos que
hacer un aterrizaje de emergencia en Argelia. Nos devolvieron la mitad del
dinero para coger un tren que nos lleve a Túnez. Fuimos al aeropuerto y nos
dieron los billetes para ir a Berlín en Alemania, nos dijeron que podríamos ir
esa misma noche, y nos fuimos. Nada más
nos quedaban cincuenta euros, saliendo
del aeropuerto encontramos un chatarrero, Iván y todos negociamos con él para que nos llevara, le
dimos cuarenta euros y nos llevó.
Le estábamos diciendo que nos tenía que llevar hasta
Varsovia, la capital de Polonia y aceptó. El camino fue largo y cantamos el
himno de Polonia inventado de la mesa del fondo.
Intentamos a ver si estaba la llave de la PAZ pero no
estaba .
Llegamos a Varsovia cansados y muy mareados del viaje en la
furgoneta. Una vez allí Nelson sugirió irnos a comer algo a lo que yo le
recordé que solo nos quedaban 10 euros. Entonces Teresa nos propuso ir a la
iglesia de San Jacinto, donde se encontraba su amigo el cura Adán.
Allí, Adán nos invitó a desayunar al restaurante de al lado
y nos preguntó que hacíamos en Varsovia. Y Gandhi le contó toda nuestra aventura. Yo le pregunté:
¿podrías ayudarnos a abrir la caja?.... El silencio lo invadía todo, pero
contestó que sí. A cambio, él nos pidió que le ayudáramos a restaurar el altar de la iglesia. Lo cual nos
pareció muy buena idea ayudarnos los unos a los otros.
Nos pusimos manos a la obra en menos de una semana el altar
quedó como nuevo. Era el momento de intentar abrir la caja, a ver si allí
encontrábamos la llave de la Paz.
Adán nos llevó al taller del cerrajero donde creía que
podría abrirla sin romper la cerradura y así fue. Nuestra cara de asombro fue cuando
vimos que dentro había un mapa.
Era un mapa de Rusia, donde
marcaba el lugar donde podría estar la llave de la Paz.
Decidimos partir hacia Rusia al día siguiente pero teníamos
un problema, no teníamos dinero. Gandhi sugirió ir a la estación de tren a ver
qué costaban los billetes. Nuestra desilusión fue cuando nos enteramos de lo
que costaba ¡Era imposible pagarlo! Entonces decidimos viajar a escondidas en
la parte de atrás del tren destino a Rusia. Por la noche nos colamos en el
tren, el viaje se nos hizo larguísimo y pasamos mucho frío porque empezó a
nevar.
Fueron muchas horas de viaje hasta que llegamos a la
estación de Moscú .
CAPÍTULO 16
Varsovia, 25 de mayo de 2014.
¡POR FIN EN MOSCÚ!
CAPÍTULO 17
AL FINAL CONSEGUIMOS LLEGAR A
MICRONESIA
CAPÍTULO 17
Moscú
26 Mayo 2014
¡En
la estación de Moscú todo fue chulísimo!
Nos
recibieron felizmente y nos regalaron miles de regalos, uno hasta nos regaló un
coche. A Nelson le hicieron muchísimas fotos. Después un chico nos invitó a
comer, tenía una casa muy bonita, bueno casa no, una CASAZA, todo estaba muy
rico especialmente el postre: una tarta que olía… que estaba… Todos comimos un
poco de la tarta, hasta Manchitas comió un poco. Luego nos entró un sueño y más
sueño y más y más…
Despertamos
en un sótano donde las luces estaban casi fundidas, no me podía mover ¡NOS HABÍAN SECUESTRADO!
Para que no haya paz en el mundo, para que no haya comida para los
pobres, para que los ricos se aprovechen de los pobres, para que siga habiendo
esclavitud, explotación infantil… y un
sinfín de motivos que justificaban nuestra lucha contra la guerra.
Yo
por suerte, siempre guardaba una navaja suiza y empecé a cortar la cuerda que
me tenía enganchado. Empecé a soltar a mis amigos hasta que liberé a todos y
comenzamos a escapar. En la casa había algo que llamó mi atención, era unos
billetes para irse a Micronesia, pero no daba tiempo porque nuestro principal
objetivo en ese momento era escapar de esa casa.
Corriendo
tras corriendo solo encontramos una casa, solo una, era una casa que tenía en
la puerta una bandera de España y llamamos a la puerta. La señora que la
habitaba era muy maja y claro, era española, le contamos todo lo que había
pasado desde el colegio Álvaro de Bazán
hasta cuando hemos empezamos a contar la historia.
Al
día siguiente me desperté en la casa con la bandera de España, desayunamos y
nos fuimos a la casaza para robar el viaje a Micronesia. Saltamos la valla pero
Ghandi se lesionó y no podía seguir, a Manchitas le dejamos en la puerta porque
cuando le decimos que se callase, ladraba y cuando le decimos que ladrara,
ladraba pero mucho más fuerte. Entramos en la casa sigilosamente, la madre
Teresa de Calcuta se quedó vigilando la puerta y Nelson y yo nos adentramos en
la habitación, cogí los billetes y nos fuimos volando al aeropuerto donde había
mucha cola, se me hizo eterno y aproveché para echarme una siesta. Cuando me
tocó, ingresé el billete y me fui pitando al avión porque vi al secuestrador.
En
medio del viaje el piloto se desmayó y tuve que manejar su puesto, porque nadie
se prestó voluntario, vi las nubes pasar a velocidad luz me daba ¡¡¡¡ muchísimo
miedo!!!!!!!!!!!!!!!!
CAPÍTULO 18
Ciudad del Cabo, 17 de junio de 2014
Cuando por fin cogimos el barco nos fuimos a CIUDAD DEL CABO. Mientras navegábamos todos juntos, vimos: peces, tortugas y hasta un pequeño tiburón. A Mandela le hacia ilusión coger un pequeño pez, tenía todos los colores que puedas ver. En mitad del camino, casualmente, se quedó sin gasolina, al parecer no había más gasolina pero pasó un yate que tenía gasolina de sobra ,cuando le llamamos a l@s chic@ les dijimos: - ¿ POR FAVOR NOS DAIS UN POCO DE GASOLINA? Y contestaron: - Sí. Cuando ya nos dieron la gasolina, llegamos a CIUDAD DEL CABO. Cuando llegamos, nos recibieron muy bien, nos hicieron un montón de regalos, uno hasta nos regaló un montón de ropa y comida para Manchitas. Después nos fuimos a cenar a un restaurante. Cuando salimos, Mandela, , Ghandi, Manchitas y yo estábamos llenos .Luego nos fuimos a un hotel llamado DSMMG de 5 estrellas nos lo pasamos en grande. Había de todo: jacuzzi , spa con hidromasaje, sauna y expertos en profesionalizados en masaje asiáticos. Y nos fuimos a dormir hasta mañana chic@s . Y en conclusión y resumiendo este gran día ha sido uno de los mejores de mi vida.
CAPÍTULO 19
Durante la noche un camarero
del hotel nos trajo una carta a la
habitación, era de Tom, un amigo de Mandela. En ella nos decía que tenía una
buena pista sobre la llave. Hicimos las maletas y, como nos pedía Tom en la
carta, teníamos que llegar en dos días por lo que tuvimos que pagar un jet privado que nos llevara a Cabo Verde.
Debido a una gran tormenta, tuvimos un problema en el motor del avión por lo que aterrizamos de
urgencia en Liberia. Este percance nos estaba retrasando mucho el viaje, ya que
tuvimos que alquilar un Jeep para atravesar Sierra Leona, Guinea, Senegal y
Mauritania donde contratamos un helicóptero para llegar a Cabo Verde. Tan sólo
nos retrasamos unas horas.
En el aeropuerto nos esperaba
Tom, que nos llevó a su casa para descansar porque al día siguiente nos
llevaría a ver a un misionero que aseguraba haber visto la llave de la Paz …
esta pista tenía que ser la definitiva.
CAPÍTULO
20
Cabo Verde, 21
de noviembre de 2014
Ya
en Cabo Verde, Tom nos llevó a visitar al misionero, vivía lejos y por el
retraso tuvimos que acampar cerca del Arroyo Grande de Cabo Verde .Hacía mucho
frío y, a veces chispeaba un poco. Ya que era inesperada la lluvia, no podíamos
hacer una hoguera, así que encendimos la estufa que trajo Tom por si ocurría
algo parecido.
Al
día siguiente, el paisaje estaba soleado y muy bonito, pero seguía haciendo
frío. La casa del misionero se encontraba a pocos kilómetros de allí y pudimos
llegar prácticamente sin problemas. Nos paró un hombre de origen africano que
iba persiguiendo al coche y nosotros nos paramos para saber al menos que
quería. Nos dijo algo parecido a “ji weet waar die sendeling is?”. Yo no
entendí nada en absoluto, pero veía a Tom con cara de saber lo que decía aquel
hombre. Yo le pregunté a Tom que estaba diciendo y me dijo, “nos está
preguntando que si sabemos donde se encuentra el misionero”. Tom, supongo que
dijo que sí, y que se montase al coche con nosotros, ya que hizo la acción de
subirse al vehículo. A los veinte minutos ya estábamos en una especie de cabaña
africana rodeada con piedras de diferentes tamaños, formas y colores. El señor
nos dijo su nombre era Aayliah, pero como era tan largo y tan difícil de pronunciar le llamábamos Aliah. Él se puso a
mirar y a tocar las piedras con delicadeza muy asombrado, y yo como pensaba que
eran piedras simples le miraba a Aliah pensando que estaba loco. Luego también
empezó ha hacer lo mismo Tom, seguido de Mandela y por no quedar “mal” me puse a
hacer lo mismo que ellos.
Llamamos
a la puerta y nos abrió un hombre, con una especie de palo curvado como si
fuera un bastón. Entramos en aquella casa, cerramos la puerta y ayudamos a
aquel hombre a sentarse, también entró Aliah , ya que nos habíamos hecho muy
amigos nosotros cuatro. Aliah, me dijo Tom, que preguntó si conocía y sabía
donde vivía una tal Annty y le dijo que en su viaje con los pobres había
conocido a Annty y que vivía en Porto dos Mosteiros , y al saber que estaba a
poco tiempo en coche nos preguntó que si le podíamos llevar junto a ella, ya
que era su mujer. Luego él, amablemente nos dejó preguntar al misionero moviendo
las manos dirigiéndose junto al hombre. Tom le preguntó que si había visto o
averiguado donde se encontraba la llave de la Paz , nos dijo en castellano que paráramos de
viajar tanto y de gastar el tiempo viajando , porque la llave de la Paz siempre la llevábamos en
nuestro corazón. Nos quedamos meditando sus palabras y nos dimos cuenta que era
verdad. Mandela sonriente y felíz de que le hubiésemos ayudado y de haber
preparado esto, se reía y nos dijo que
había conseguido que me diera cuenta de lo que es el cariño con todo lo que nos
rodea. Después de lo ocurrido llevamos a Aliah con su familia y nos lo
agradeció mucho, nos despedimos de él y nos fuimos.
Aún
nos quedaban algunas que otras sorpresas e incidentes que vivir para poder
abrir la Gran Puerta …
CAPÍTULO 21
Islas Canarias 27 de enero de 2015
Cuando nos fuimos, nos dimos cuenta que no teníamos dinero para comprar el billete del avión para ir a Canarias, así que Tom llamó a Alían para que nos dejara un poco de dinero, él aceptó, se lo agradecimos y nos fuimos corriendo a comprar los billetes, pero el avión ya se había ido y tuvimos que esperar tres interminables horas. Allí vi a un niño que estaba llorando, le intenté consolar y le pregunté cual era su nombre, se llamaba Carlos y me contó que su padre se había ido accidentalmente sin él a las Islas Canarias, le dije que yo iba al mismo destino y nos hicimos amigos.
Nos subimos al avión, pasaron cuatro horas y… ¡¡¡por fin en Canarias!!!
Nelson tenía un pariente que dirigía un hotel de 5 estrellas y nos alojamos ahí. Ayudé a buscar al padre de Carlos y cuando lo encontramos me regalaron un obsequio, ¡¡¡un collar de Hawaii!!!
Les di las gracias y me fui. Cuando llegué, Nelson me dijo que estaríamos allí varios días.
¿¿Qué aventuras nos esperarán en el hotel??
CAPÍTULO 22
Islas Canarias, 6 de marzo de 2015
Aquel día amaneció soleado y decidí bajar a la piscina a bañarme. Después de estar varias horas en el agua se me puso la piel como la de una abuela.
Cuando llegué al apartamento Nelson me sugirió que fuéramos a hacer turismo.
Me preguntó que quería que hiciésemos, yo le respondí que me apetecía montar en camello o dromedario. Por la tarde fuimos a subir el Teide. A mí me tocó ir en un camello y a Nelson en dromedario. La verdad es que el pobre iba muy alto y le daba vértigo estar ahí arriba.
Cuando subimos al Teide vimos que el teleférico estaba abierto y le propuse a Nelson subir. Los guías que nos acompañaban nos preguntaron si podían subir con nosotros, lo cual nos pareció una buena idea. Desde la cima pudimos contemplar un mar de nubes inmenso. ! Era precioso!
Cuando Nelson me avisó de que teníamos que irnos ya, yo me puse triste, pero él me dijo que tenía una sorpresa para mí y me dejó intrigado pensando en qué sería.
Cuando regresamos a la falda de la montaña vi que había un Ferrari Enzo y me quedé flipando. Le pregunté a Nelson cómo lo había conseguido y me explicó que era de alquiler. Luego nos fuimos a una pista de carreras a probar nuestro coche y ¡Molaba un mogollón!
Después de la carrera Nelson me contó que al día siguiente había que irse a Bilbao y nos fuimos a acostar, para estar descansados. A la mañana siguiente nos fuimos al puerto y nos enteramos de que los de la tienda nos habían regalado el coche. Por suerte, no hubo problemas para embarcarlo con nosotros en el ferry.
Inspeccionando el barco, descubrí que había una piscina, por lo que me fui al camarote para ponerme el bañador y darme un chapuzón.
Mientras tanto Nelson se puso crema solar antes de tumbarse al sol. Pasaron unas horas y se hizo de noche. Como había un restaurante japonés en el barco, decidimos cenar sushi.
A la mañana siguiente nos despertó el altavoz del ferry anunciando que nos aproximábamos al puerto de Bilbao. Cuando subimos a cubierta nos encontramos frente a una ciudad que nos pareció enorme.
¿Qué aventuras nos esperan en Bilbao? ¡No os lo perdáis!
CAPÍTULO 23
Bilbao, 24 de mayo de 2015
En el viaje de regreso de Gijón a Bilbao, al pasar por Arriondas, mi primo y yo decidimos hacer una excursión, en el famoso descenso del río Sella en piragua. Recorrimos muchos kilómetros por el río, durante dos horas.
Lo que parecía una anécdota no se quedó así. Convencí a mi primo Pablo para que me acompañase río abajo hasta Ribadesella. Nuestras piraguas llevaban chalecos salva-vidas, hicimos reiteradas paradas para sacar el agua de nuestras piraguas y reponer fuerzas con algún que otro bocadillo.
Nos cogió la noche en Soto de Dueñas. Como llevábamos nuestros sacos de dormir los extendimos y mirando las estrellas nos dormimos. En mitad de la noche oímos pasos, los dos nos levantamos rápidamente, ¡un oso! Gritamos mi primo y yo. Corrimos todo lo que pudimos para regresar a nuestras piraguas, ¡Nos hemos salvado! Gritó mi primo, pero la inclemencia del tiempo y los fuertes vientos, hicieron que nuestras piraguas dieran un bandazo y cayéramos al río, en una zona de las más profundas del río Sella. Estuvimos sin comer y beber 2 días, a la deriva, azotados por el sol. Casi sin fuerzas logramos llegar a un prado verde. Mi primo confundido por las alucinaciones me gritaba ¡hemos llegado a una isla!
No me sentía con fuerzas pero busqué pasto y leña seca, conseguí encender un fuego, nos secamos y calentamos. Ya estábamos más seguros y tranquilos. De pronto oímos el ruido de una hélices, y vimos unas luces, nos incorporamos, y sentimos los dos una serenidad extraordinaria, mientras se acercaba el helicóptero de rescate de la Guardia Civil. ¡Estamos salvados! Gritamos.
CAPÍTULO 24
Vigo, 11 de mayo de 2015
Una vez en la estación de tren nos dimos cuenta que no teníamos forma de pagar con nuestros dineros, ya que gran parte del dinero estaba estropeado el viaje en piraguas. Desolados nos sentamos en uno de los bancos de la estación. Mi primo me propuso una mala idea, era subirnos al último vagón una vez en marcha, sin que nos pidiesen los billetes para subir. Yo me negué rotundamente ya que me hubiese gustado buscar otra forma de subir al tren.
Una vez ya dentro, nos sentamos y disfrutamos de nuevo de las vistas que nos ofrecía el viaje. Paisajes verdes, amarillos del trigo y los girasoles, otros campos de patatas...
Me quedé empanado mirando la venta imaginándome algo rico de comer. ¡Y cuando me di cuenta me sonaron las tripas! Al girarme para proponer a Pablo ir en busca de comida le vi que caminaba hacia mí por el pasillo con dos platos rebosantes de comida.
Nos quedamos tan empachados que no nos movimos del sitio durante un buen rato, dormimos una buena siesta.
Pasadas cuatro horas nos dimos cuenta que sólo nos quedaba menos que antes para llegar, así pues nos adelantamos a otros vagones para dar las gracias al cocinero, el cual nos recibió de buen agrado y nos dio provisiones para el resto de nuestro viaje.
Llegamos a Vigo y rápidamente volvimos al último vagón para tirarnos, si nos pillaban podríamos ser arrestados, ambos nos agarramos y saltamos: - ¡A la de tres!
Caímos por el suelo y rodamos y rodamos, rodamos, rodábamos sin parar. Una vez levantado de la caída me dí cuenta que algo iba mal, había perdido a mi primo, no le veía cerca de mí y me propuse encontrarlo cuanto antes.
No podía ser, nos habíamos separado y no estábamos juntos, ¿Qué tipo de aventuras nos preparaba la ciudad de Vigo?
CAPÍTULO 25
Vigo, 16 de Junio de 2015
Al momento escuché unos gritos que venían de un terraplén cercano, tenía que ser mi primo, pero al llegar vi que en la caída, se había hecho mucho daño en un pie. Le ayudé a incorporarse y se apoyó con su brazo en mi hombro cojeando sin parar. Aquello no pintaba nada bien, parecía un esguince de tobillo o algo peor.
Paramos un taxi y nos llevó hasta las urgencias del hospital central de Vigo, allí le pusieron un vendaje y al día siguiente cogimos el AVE hasta Madrid. Por el camino los recuerdos de la experiencia vivida se me venían a la mente y se disipaban con la misma rapidez con la que pasaba el tren.
Unas horas más tarde, llegamos a la estación de Atocha y acompañé a mi primo a su casa y me dirigí al colegio en autobús. Allí estaban esperándome todos los compañeros de clase, nunca podré olvidar sus caras de alegría al comprobar que habíamos conseguido nuestro objetivo.
Todo había merecido la pena por llevar a nuestro colegio “la Llave de la Paz”.